Los procesos de división del trabajo en ramas industriales y como éstos se expresan en especializaciones regionales rebasan la atención en el territorio como un mero soporte donde se llevan a cabo las actividades económico-sociales, para enfatizar las interrelaciones entre los diversos agentes que permiten conservar las capacidades productivas, dinamizar el conocimiento y promover aprendizajes mediante la incorporación de nuevo conocimiento.
El territorio es objeto de políticas para conservar y construir entornos que permitan utilizar racionalmente los recursos patrimoniales existentes en cada ámbito (físico-ambientales, humanos, económicos, sociales, culturales), y generar procesos regionales para propiciar el desarrollo. La cultura territorial contribuye a entender la complejidad de la industria en su vertiente organizativa a diferentes escalas (tanto nacional, regional y local, como sectorial y empresarial), así como las pautas locacionales resultantes del cambio tecnológico y la innovación.

Los rendimientos crecientes resultan tanto de la concentración en grandes empresas verticalmente integradas, como de la concentración de pequeñas y medianas empresas, Pymes, en un territorio donde cooperan y compiten.
Desde el punto de vista metodológico hace falta “una matriz de interdepend encias sectoriales con especificaciones locales y de una matriz de interdependencias locales con especificaciones sectoriales” (Becattini, 2006. p. 27). A este doble esquema tendría que agregarse su dinámica económica y social, ya que se presenta a) una continua descomposición vertical de cada sector en un número creciente de fases, y b) una continua recomposición transversal de dichas fases. Desde el punto de vista social, esto conlleva una continua desagregación y reagregación de individuos sobre el territorio, con una continua redefinición de los grupos humanos y su sentido de pertenencia.

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